martes, 21 de febrero de 2012

LA ALBERCA DE SANTA TERESA (Villa Jiménez Mich.)



En relación a los recursos naturales y turísticos de mi realidad, compartiré con ustedes "La alberca de Santa Teresa" que se ubica en los terrenos pertenecientes al minicipio de Villa Jiménez, Michoacán, espero les guste y puedan visitarla.
También conocida como la Alberca de Los Espinos (por la comunidad del mismo nombre bicada a sus faldas) es un lago natural formado en el cráter de un volcán extinguido. Sus aguas son de color azul pero de acuerdo a la temporada del año en que se visite pueden observarse verdes. Es posible nadar en el lago al cual se puede acceder mediante tres accesos pavimentados con gradas y rampas.

El lago no recibe más agua que la que a él llega de las laderas internas del cráter en temporada de lluvias. Dado que éste no sufre variaciones considerables de nivel de acuerdo a la época del año se infiere un origen subterráneo y oculto de las aguas del mismo.

LA LEYENDA
Eran los días de la evangelización en estas tierras por los franciscanos a los naturales quienes siguiendo el ejemplo de sus jefes se dejaban bautizar, pero aun había otros que se negaban a aceptar otro Dios y creencias. El cerro de los Espinos y el lago que encierra en su seno, eran un sitio consagrado a su deidad del agua “Tiripeme”. Era allí a donde las mujeres subían, para luego bajar, ya que siendo un volcán la esmeralda líquida ocupaba el fondo del cráter, para dedicarse a lavar y bañarse, pues nuestros indígenas eran aficionados al aseo corporal mediante el baño, costumbre no arraigada en los conquistadores. Y claro, comenzó el demoño a mostrar su enojo, porque los frailes estaban ganando aquellas almas nobles y buenas. Y cuando las mujeres bajaban para acercarse a la redonda orilla a lavar o bañarse agitaba con tal fuerza el agua, haciendo un terrible remolino, que el líquido abandonaba sus márgenes, levantando grandísimas olas que golpeaban aquellas circundantes paredes del interior del cono. Las mujeres aterradas trataban de correr hacia lo alto.
Quienes lograban escalar la empinada cuesta, cuando volteaban la cara para ver qué pasaba, su sorpresa era mayúscula, pues veían en medio de aquel lago, la cabeza del diablo, con grandes cuernos como de toro y con una feroz sonrisa que se desataba en carcajadas que atronaban aquel espacio quieto y silencioso de otros tiempos y ahora con horribles truenos. La fuerza del agua que movía aquel diabólico remolino, era tal que llego a alcanzar a algunas mujeres, quienes
perecieron ahogadas.
Como el diabólico fenómeno se repetía, los habitantes de la región acudieron afligidos con Fray Jacobo Daciano para referirle tan terrible mal. El bendito padre escuchó con paciencia y les dijo que solo había una manera de echar fuera al diablo de aquella alberca, y esta era la de bautizarla. Conformes con ello, se preparó todo para la ceremonia.
Era el 15 de octubre de 1550. El sol iluminaba esplendida la mañana. Fray Jacobo ascendió la cuesta y se paro en lo alto del cerro, dominando con su vista aquel hermosísimo paisaje: la redonda alberca, tranquila albergaba aquellas verdes aguas que parecían dormir; suave se escuchaba el canto del viento, en aquel impresionante silencio. El santo varón alzo en su mano la
cruz, símbolo de su religión, y comenzó la ceremonia del bautismo de la alberca, presenciada por una multitud.
Todo transcurría en paz, mas cuando Fray Jacobo roció con el agua bendita aquellas verdes aguas, se levantó con toda furia un gigantesco remolino y un viento muy fuerte. El estruendo fue espantoso y el diablo que allí habitaba salió huyendo enojadísimo. El padre Daciano continuó tranquilo con la ceremonia… “Yo te bautizo con el nombre de Santa Teresa”. Y desde aquel día, el
15 de octubre, es costumbre celebrar la fiesta de Santa Teresa, en aquel hermoso paseo.

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