domingo, 19 de febrero de 2012

EL AGUACATE EN SU COCINA








El aguacate no tiene ningún reparo en aparecer solo sobre la mesa convertido en  guacamole, partido por la mitad, en elegantes rebanadas o en pequeños  cuadritos.
Su gran virtud consiste en que no necesita de ningún condimento para ser  absolutamente delicioso, aunque admita a muchos –y  esto es también otra  virtud- ya sea para intensificar su sabor natural o para crear otros nuevos. Una pizca de sal o unas gotas de limón por ejemplo, son dos de sus compañeros más frecuentes. Para muchos mexicanos, el limón es  la pareja ideal del  aguacate. Le sirve para conservar su tonalidad y  sus fuertes propiedades nutritivas. Pero el aguacate admite por igual ser bañado por una fuerte vinagreta,
si forma parte de la ensalada, o que licuen su pulpa hasta convertirlo en crema para una exquisita sopa fría.
Soporta con estoicismo que lo desmenucen y lo bañen en la salsa de ese otro  compañero esencial de la cocina mexicana, el jitomate, hasta obtener un aristocrático cóctel del aguacate.
Hace buenas migas con todo tipo de carnes: a los mariscos (angulas, anchoas, camarones) y al pescado les de un toque exquisito; con la carne roja o el pollo, resalta el sabor de la sazón mexicana.
Y, por si fuera poco, no le importa acompañar sabores dulces, por lo que no puede faltar en el menú de los postres, ya sea en forma de exótico mousse de aguacate o como la sencilla pero no por ello menos deliciosa, nieve.
La gastronomía mexicana aprovecha hasta las hojas del aguacate para darle  sazón a los frijoles o las salsas o para envolver los carneros antes de arroparlos  en las hojas de maguey para su lenta cocción en el horno de tierra.

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