Cuando llegó a Zamora, como Obispo de la Diócesis, visitó ésta palmo a palmo conociendo las necesidades y miserias de todos los pueblos, reforzó su convicción de que la educación, tanto en la doctrina cristiana como en las letras, sería el mejor medio para que sus hijos pudieran vivir en su dignidad de hijos de Dios.
Miró con especial atención la situación de la mujer, y con mayor cuidado de la de la Sierra y de las Costas, a los niños, los huérfanos, y también a las jóvenes de mejor posición económica, todos reclamando silenciosamente una seria formación. Entonces tomó ante Dios la resolución de fundar la Congregación “Hermana de los Pobres, Siervas del Sagrado Corazón”.
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